Sentado en una clase de teoría
teorética de las teoréticas teorías, me siento rebasado. Los conceptos, las
ideas, las razones y las imágenes llenan mi mente de un vacío consumidor. Mi
corazón late tan fuerte que hasta el pecho me duele. Mi respiración aumenta,
corre. Mi mente manda señales de pánico a todo mi ser. Mis manos sudan un sudor
frio. Me siento respirar a través de un popote. Mis pensamientos corren, vagan,
huyen y tiemblan de ansiedad. Mis dedos recorren las hojas de mi cuaderno lleno
de jeroglíficos indescifrables y cortan pequeños pedazos de las orillas.
Hacía mucho que no
comía papel pero la ansiedad y el estrés me han abierto el apetito. Tengo
hambre. He ido a muchas sesiones de terapia y he hablado sobre mis problemas.
Me he abierto a personas que ni siquiera conozco con el fin de abandonar esa
hambre por lo raro. El hambre por una sustancia indebida, mala. Hoy después de
tanto tiempo me tuvo que regresar.
Mis dedos juegan con
los pedacitos de papel. Juego con cada pedazo con una ansiedad y con un miedo
inigualable. ¿Cómo le puedo tener miedo a algo tan inofensivo? ¿Cómo permito
que el hambre regrese?
Los pedazos de papel
empiezan a llenar el cuaderno. Al principio, cada pedazo era simétrico y
organizado pero ahora cada pieza demuestra el odio y la ansiedad que siento.
Las hojas de mi cuaderno están ya incompletas.
Volteo a la derecha y
luego la izquierda con miedo que mis compañeros se fijen en lo que estoy
haciendo. El maestro continúa con su clase como normal. Los demás opinan, toman
notas. Yo soy el único inmerso en este mundo pervertido, en este mundo de lo
anormal. Cada pedazo de papel toma la forma física del alivio que necesito. El
papel es la droga que calma mi ansiedad; es la droga que me permite concentrar.
¿Cuándo nacería esa hambre?
¿Acaso fue cuando me violaron a los 10 años? ¿O cuando mis padres se peleaban y
terminaron divorciándose? ¿O quizá cuando mi abuela, que siempre formó parte de
mi familia integral, aún más que mi propio padre, murió? El comienzo no
importa. El final tampoco, yo creo. Lo que importa es la obsesiva compulsión de
comer ese papel tan ansiado. Esa hambre enfermiza que me hace sentir como un
fenómeno.
Mis dedos regresan al
cuaderno. Conscientemente tomó un pedazo de papel y me lo meto en la boca. El
dulce alivio de una droga tan ansiada llena mi cuerpo. La ansiedad comienza a
desaparecer. Mis dientes mastican mis problemas, disuelven mi ansiedad. Mis
dedos recogen otro papel y mi boca sirve para recibir la hostia que me liberara
de mi constante enemigo.
Publicado en Revista Himen en Primavera 2015